
"ABIGARRADX": El universo fugaz de una estrella neón
Fabricio Lobatón
1 de agosto de 2024
En La Paz, donde el aire se hace delgado y los sueños se mezclan con la realidad, Camilo Caetano nos compartió "ABIGARRADX" (2023), un EP que es más autopsia que creación, más ritual que musical. Con la precisión de un cirujano y la visión de un chamán, Caetano desmiembra los sonidos para (re)ensamblarlos en un collage, una exploración del caos inherente en la contradicción.
La contradicción que existe en el tiempo heterogéneo, lo abigarrado para Silvia Rivera Cusicanqui, entre muchas otras cosas, es la yuxtaposición de diferentes temporalidades históricas. Es la fundamentación naturalizada de experiencias ensayadas.
La elección del título representa un desafío debido a la complejidad y riqueza conceptual. La propuesta de Caetano profundiza en lo multi - pluri asociado a una Bolivia contemporánea. Este concepto sólo puede entenderse en función de cómo visualizamos y repensamos el futuro, tema recurrente a lo largo del álbum.

El EP abre con "2049", un presagio distópico envuelto en capas de sintetizadores y beats minimalistas con un ritmo subyacente que evoca extrañamente a un western espacial con cierta reminiscencia a progresiones del Space rock como “Sonic Emerson” en “Lugar y pensamiento”. El compositor nos sumerge de inmediato en un futuro incierto, donde la identidad se diluye en un mar de códigos binarios y nostalgia analógica. La voz, procesada hasta la alienación, flota como un espectro sobre un paisaje sonoro que bien podría ser La Paz, Buenos Aires o Los Ángeles. Es el preludio perfecto para el viaje de neón en una megalópolis llena de polvos de estrella.
William Faulkner diría: ¿Qué estrella cae sin que nadie la mire?, en el dos mil cuarenta y nueve solo es: “Un cronista preocupado, un fracaso inesperado…”
"COCA ZERO" irrumpe en la escena como un carnaval gestado en las entrañas de una discoteca. Un sample roto se une con pegamento en el ritmo enigmático que parece celebrar el movimiento, la vida en su expresión más cruda y capitalina, bajo la superficie palpita una melancolía profunda, una pena por el gran movimiento que nos aleja de nosotros mismos. Es como si Caetano nos invitara a una fiesta solo para recordarnos lo vacíos que nos sentimos en medio de la multitud. Todo bajo el mantra: "Despierto y ya no logro verme en el reflejo".
Al borde del precipicio, "BARRANCO" nos empuja y adentra más en el vacío, son las cumbres de la introspección más descarnada. Funambulista de emociones, danza sobre la cuerda floja tendida entre el ser y la nada. "Tu cuerpo doliente sin razón, luchas por siempre existir", canta con voz quebrada sobre un arreglo que oscila entre el bedroom pop más íntimo y explosiones de ruido industrial. Es un verso que encierra el núcleo mismo del álbum: la lucha desesperada por la identidad en un mundo que constantemente amenaza con borrarla.
La producción, lejos de la pulcritud aséptica del pop mainstream, abraza lo lo-fi como statement político. Cada crujido, cada distorsión, es un recordatorio de las imperfecciones que nos hacen humanos, de las costuras mal zurcidas de una sociedad que se resiste a encajar en los moldes.
De esta manera, lo heterogéneo, como fuente de riqueza creativa, desafía lo homogéneo tanto del nacionalismo como del globalismo. La fricción en "PIEL CON PIEL" nos sumerge en aguas más calmas con vocales melancólicas que asemejan al estilo de Tommy Walter en su banda mater Abandoned Pools. Es una búsqueda y la guitarra crea el espejismo acústico mediante acordes alterados, un oasis tecnológico es la promesa en medio de un desierto retrofuturista perdido en los 70, pero sólo son ecos. Nada es lo que parece.
"LA NOCHE" cierra una exploración onírica de los miedos y deseos colectivos que se esconde en las sombras de la sociedad. Los sintetizadores envolventes y las percusiones hipnóticas crean una atmósfera de trance que evoca los rituales ancestrales a 140bpm. Es el trance al final del viaje, solo sonidos de computadoras viejas que aceleran su muerte. Caetano convoca a los fantasmas de la historia boliviana y los convierte en fuegos artificiales sobre las ruinas de la modernidad.
"ABIGARRADX" no es un álbum que se escucha; es un terremoto que se experimenta. Es un comentario mordaz sobre la condición poscolonial en la era de la hiperconectividad.