
Así lució el paso de cebra frente al Museo de Arte Contemporáneo de Santa Cruz: primero con los colores del arcoíris pintados por activistas LGBT, y horas después repintado de blanco con la frase “Santa Cruz se respeta” por grupos contrarios.
Resistencia moral y marica
Fabricio Lobatón
La Safos
12 de junio de 2025
La madrugada del lunes, 2 de junio, activistas del colectivo La Pesada Subversiva intervinieron el centro de Santa Cruz pintando un paso de cebra con los colores de la bandera LGBT, inaugurando simbólicamente el Mes del Orgullo en la ciudad. Esta acción artística y reivindicativa frente al Museo de Arte Contemporáneo (MAC) marcó el inicio de la muestra cultural “Revolución Orgullo”, programada para esa semana. La intervención buscaba visibilizar la diversidad sexual en un espacio público emblemático, enviando un mensaje de inclusión en pleno corazón cruceño.
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Sin embargo, la colorida expresión de orgullo “duró una noche”. Veinticuatro horas después, un grupo de personas contrarias a la movida irrumpió en el lugar. En la noche del martes, repintaron la franja peatonal con pintura blanca y añadieron en grandes letras la consigna “Santa Cruz se respeta”. Según testigos y organizadores, estas personas llegaron profiriendo insultos homofóbicos y con actitud violenta. “Llegaron siete personas a increparnos con discursos de odio... más tarde regresaron para borrar la cebra. Pero vamos a volver a pintarla”, relató Christian Egüez, activista y co-organizador de la muestra, anunciando una nueva acción de resistencia para el viernes.
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La escena del paso peatonal vandalizado se volvió rápidamente viral. En redes circuló el antes y después: el arcoíris transformado en un bloque blanco con la frase desafiante “Santa Cruz se respeta”. La consigna, enarbolada por sectores conservadores, sugiere que la presencia visible de la diversidad sexual sería una “falta de respeto” a la ciudad. Para los activistas, en cambio, el respeto pasa por reconocer que “la diversidad sexual no es una falta de respeto. Somos parte activa de la historia cruceña”, como reivindicó Egüez, agregando que “una Santa Cruz moderna debe abrir espacio a la diversidad, no cerrarle la puerta con discursos de odio”.
La sentencia
En medio de esta polarización emergió una figura conocida del activismo boliviano: María Galindo. La cofundadora del colectivo feminista Mujeres Creando y conductora de Radio Deseo viajó a Santa Cruz para participar de la FIL 2025 y la exposición “Revolución Orgullo”. Su presencia añadió combustible al debate. Galindo es una activista contestataria y polémica, cuya relación con Santa Cruz ha sido tensa en el pasado. De hecho, en 2023 el Concejo Municipal cruceño la declaró persona no grata por comentarios considerados ofensivos hacia símbolos regionales durante el carnaval. Aquella vez, Galindo cuestionó públicamente el escudo cruceño y otras tradiciones, encendiendo un agrio debate regionalista. Esa memoria seguía fresca: para muchos conservadores locales, Galindo representa una amenaza a la identidad cruceña, una voz “foránea” (es paceña) que viene a provocar y “adoctrinar”. Te guste o no, el factor Galindo permite una visibilidad mediática (principalmente en redes sociales) a este tipo de acontecimientos, que, comúnmente son invisibilizados.
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Con ese trasfondo, su rol en los eventos de esta semana fue inmediatamente criticado. Tras la repintada del paso de cebra, Galindo acompañó a los colectivos en nuevas intervenciones artísticas de protesta. Al amanecer del viernes 6 de junio, la fachada misma del Comité Cívico Pro Santa Cruz (institución símbolo del poder regional) apareció con grafitis provocadores adjudicados a Mujeres Creando. Uno de ellos proclamaba: “Viva Santa Cruz, capital marica de Bolivia”, resignificando de forma desafiante un eslogan local. (Santa Cruz suele autodenominarse la “capital moral” del país; el graffiti reemplazó “moral” por marica, apropiándose de un insulto homófobo para reivindicar el orgullo gay).
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Voceros cívicos y líderes locales condenaron la pintada en la sede del Comité. Juan Carlos Medrano, miembro del directorio cívico, tachó la acción de “ofensiva” y “provocación”, pidiendo “respeto para Santa Cruz y sus instituciones” y exigiendo a Galindo que “reflexione”. En declaraciones difundidas en Facebook, Medrano afirmó con firmeza: “No vamos a permitir que falte el respeto a nuestra tierra con estos atropellos”, en alusión tanto al arcoíris en la calle como a los grafitis contra el Comité. Las esposas de los cívicos y el Comité Cívico Femenino –el brazo femenino de la élite cruceña– se sumaron al repudio. En videos de TikTok y pronunciamientos, invocaron la defensa de los “valores y la familia cruceña”, calificando las intervenciones de Galindo y su colectivo como una afrenta a la ciudad y sus tradiciones. Así, la figura de la “esposa cruceña” fue utilizada como validación moral del discurso conservador: mujeres presentadas como madres preocupadas por sus hijos y guardianas de las buenas costumbres, legitimando la postura de que el movimiento LGBT está “ultrajando” a Santa Cruz.
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Galindo, por su parte, no retrocedió. En su tribuna radial y redes sociales respondió con su estilo combativo, reivindicando el derecho a "portarse mal" para visibilizar realidades incómodas. Defendió los grafitis como acciones artísticas de protesta ante una Santa Cruz "hipócrita" que, según ella, se niega a reconocer su propia diversidad sexual mientras clama ser la cuna de la moral. "Santa Cruz es y seguirá siendo la capital marica de Bolivia, aunque les arda", escribió un simpatizante en Twitter, frase que Galindo hizo suya en entrevistas. La activista subrayó que detrás de la hostilidad hacia el arcoíris pintado y hacia su persona subyace homofobia y machismo, camuflados de defensa de la "tradición". Recordó además que la Constitución boliviana proclama a Bolivia como un estado libre de discriminación por orientación sexual, y que los derechos de la comunidad LGBT son ley más allá de los prejuicios locales.
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En ese clima de confrontación y como respuesta directa a la censura conservadora, el 8 de junio, en el marco del evento producido por Casa de Nadie y Nekotina, se presentó una instalación performática de Safos, artista drag de Cochabamba, bajo el título "Ven a detonarme maricón". Esta obra se llevó a cabo en el espacio cultural Kunan y fue una intervención artística poderosa dentro del colectivo de artes escénicas MalaLeche. Siguiendo la línea de resistencia planteada por Galindo, Safos recreó su cuarto en el espacio, poniendo a disposición su herramienta de trabajo, una máquina de costura, la cual invitó a los asistentes a destruirla e intervenirla de forma colectiva mientras ella, en otra parte del espacio, realizaba sus característicos bolsos artesanales. La obra no solo hacía referencia al proceso de destrucción simbólica del aparato represivo sobre la identidad y el trabajo del arte queer, sino que también fue una crítica directa a los ataques a la visibilidad LGBT en la ciudad, como los que se habían dado con la repintada del paso de cebra. Esta performance, al igual que las demás intervenciones, contribuyó a amplificar el discurso del orgullo y la resistencia, en un contexto de creciente polarización y hostilidad hacia las comunidades minoritarias en Santa Cruz.

“Adoctrinamiento LGBT” y el imaginario del “gay global”
En paralelo a las tensiones en las calles, las redes sociales ardieron con discursos enfrentados. En las últimas semanas proliferaron videos de TikTok, transmisiones en Facebook y tuits tanto apoyando la causa LGBT como respaldando al Comité Pro Santa Cruz. Del lado conservador, una narrativa se repitió con fuerza: la denuncia de un supuesto “adoctrinamiento LGBT”. Voceros autodenominados “pro-familia” afirmaban que tras las intervenciones de orgullo había un plan para influir ideológicamente en los niños y jóvenes. Un TikTok viral del usuario @kurtslibertario, por ejemplo, advertía: “ALERTA adoctrinamiento LGBT”, refiriéndose a actividades en espacios públicos frecuentados por familias. En el video –que acumuló miles de vistas– el creador aseguraba que “la felicidad de los niños está en peligro” y llamaba a “protegerlos” de la exposición a mensajes de diversidad. Esta retórica de pánico moral, que presenta a la población LGBT como una influencia corruptora de la niñez, caló hondo en círculos ultraconservadores y se amplificó en grupos de WhatsApp locales.
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Otra idea que tomó fuerza en estas plataformas fue la del “gay global”. Se empezó a pintar a la comunidad LGBT y sus reivindicaciones como algo importado, ajeno a la identidad cruceña y boliviana. Memes y posts insinuaban que el orgullo gay responde a una agenda extranjera, promovida por ONG internacionales, gobiernos externos o modas “progres” de redes sociales, en contraposición a los “verdaderos valores” locales. Esta construcción del imaginario del “gay global” dibuja un arquetipo de homosexual estereotípico: generalmente asociado a lo extranjero, urbano, blanco y de valores occidentales. Todo lo que huela a arcoíris es presentado como parte de esa agenda global homogénea que amenaza las costumbres “criollas”. Así, ondear una bandera LGBT en Santa Cruz es descrito por conservadores no como la expresión de cruceños queer (que los hay en gran número), sino casi como la colonización cultural por un modelo foráneo.
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Vale decir que esta narrativa simplifica y borra a las personas LGBT locales. Contrasta con los datos que muestran que la diversidad sexual está presente en Santa Cruz tanto como en cualquier región. De hecho, una encuesta nacional auspiciada por la Defensoría del Pueblo en 2022 registró que Santa Cruz fue el departamento con mayor participación de personas LGBTI+ encuestadas (31% de un total de 4.054 casos), ligeramente por encima de La Paz. Es decir, la comunidad diversa en Santa Cruz es numéricamente importante. Además, más del 60% de los encuestados bolivianos LGBTIQ+ reportó haber sufrido discriminación en algún momento de su vida. Estas cifras evidencian que la exclusión es un problema real y vigente, más allá de si la identidad es “global” o local. Activistas locales como Egüez subrayan que la visibilidad LGBT no es importada, sino una necesidad de ciudadanos cruceños de a pie que enfrentan violencia y desean un espacio en su propia sociedad.
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Sin embargo, en el fragor de la batalla discursiva online, los matices se pierden. Los sectores conservadores inundaron TikTok con mensajes de apoyo al Comité Pro Santa Cruz, presentándolo como baluarte de los valores tradicionales. Allí jugaron un papel curioso las esposas y madres cruceñas. En diversos videos, hombres prominentes o influenciadores “pro-vida” aparecen flanqueados por sus esposas, o directamente ceden la palabra a mujeres que, en calidad de madres de familia, validan el discurso anti-LGBT. Estas esposas repiten consignas sobre “defender la inocencia de los niños” y “no dejar que ideologías foráneas destruyan la familia”. Su figura aporta una pátina de respetabilidad y afecto doméstico al mensaje conservador, tratando de ganar la empatía de otros padres de familia. Es un recurso retórico: utilizar a la mujer como guardiana de la moral del hogar, implicando que oponerse al orgullo es necesario para proteger la familia. En contraste, también circularon videos desde la comunidad LGBT y aliados, desmontando esta noción de adoctrinamiento. Con humor e ironía, algunos usuarios replicaron que “lo que molesta no es que se adoctrine, sino que existamos”, enfatizando que visibilizar derechos no equivale a adoctrinar, sino a reconocer ciudadanía.
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Este episodio en Santa Cruz reveló una profunda tensión entre dos visiones de ciudad: una conservadora que percibe las expresiones LGBT+ como una amenaza a su identidad tradicional (blanca, heterosexual, católica) y otra progresista que reivindica el derecho de todos los cruceños a vivir su diversidad sin renunciar a su pertenencia territorial. La "guerra cultural" desatada por la pintura del arcoíris y su posterior borrado evidenció que Santa Cruz vive un momento de transición entre el imaginario homogéneo del siglo XX y las nuevas realidades plurales del siglo XXI. Aunque las posturas parecen irreconciliables por ahora, los hechos demuestran que la comunidad LGBT+ cruceña está presente y activa, mientras el conservadurismo local se moviliza para defender el status quo. La solución pasa por reconocer que el amor a la tierra cruceña no es patrimonio exclusivo de ningún grupo y que es posible ser cruceño y LGBT+ simultáneamente, encontrando un equilibrio donde el lema "Santa Cruz se respeta" aplique genuinamente para todos sus habitantes, sin importar su orientación sexual o identidad de género.