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“Igual nos vamos a extinguir”: reflexiones del Día de la Tierra

Alejandra Almaraz
22 de abril de 2024

El mundo se acaba y todos lo saben. Bueno, el mundo no necesariamente se acaba y no todos lo saben, pero el concepto del cambio climático antrópico (provocado por el ser humano) y sus permanentes consecuencias en el planeta está bastante difundido y es de conocimiento general para gran parte de la población, a excepción de algún presidente argentino y sus seguidores… El tema aquí es que, si bien existe mucho trabajo por hacer en cuanto a educación y divulgación, las investigaciones hechas por organismos internacionales demuestran que la problemática del cambio climático es bien conocida y de gran interés y preocupación en todo el mundo. Sin embargo, ¿qué se hace por el cambio climático hoy en día y qué se debería hacer? ¿Cuál es nuestro verdadero rol como ciudadanos comunes y corrientes?

Hay una realidad latente, y es que pensar en el cambio climático genera tanta impotencia que mucha gente prefiere no hablar del tema. Sabemos qué es el cambio climático, sabemos cómo nos afecta y afectará en el futuro, sabemos lo urgente que es detenerlo, pero no estamos seguros de cómo hacerlo. Y como alguien que ha recorrido una larga distancia en su camino de informarse bien respecto a esta crisis, puedo reconocer cada etapa de este proceso y cómo aumenta la frustración en cada una de ellas.

Todo inicia con entender las causas: los gases de efecto invernadero y las emisiones de carbono a la atmósfera. Aprendemos cómo funcionan, cómo aumentan la temperatura de la Tierra y lo peligroso que es eso para todos los ecosistemas. Desaparecen especies, aumenta el nivel del mar, los desastres naturales se hacen más frecuentes. Está bien, hay que reducir nuestra huella de carbono y ahorrar recursos. Desempolvamos nuestras bicicletas, reciclamos nuestra basura y nos bañamos en 5 minutos. Pero, entonces, vemos un informe que evidencia cómo Coca Cola extrae millones de litros de agua al año (3 mil millones solo en Toluca, su planta más grande en Latinoamérica), aun en zonas con extrema escasez y alto estrés hídrico.

Fotografía: Toni Villazón

Está bien, tal vez el impacto de nuestras acciones individuales no es tan fuerte. Empezamos a difundir información en redes para concientizar, firmamos peticiones en Change.org, vamos a marchas y empezamos a consumir local. Sin embargo, un día nos informamos más sobre las altas emisiones detrás de nuestros productos “ecofriendly” favoritos, la falta de compromiso real de las empresas con el medio ambiente y, dios nos libre, la cantidad de vuelos en jets privados que hacen las celebridades al mes. Y aquí nos preguntamos, ¿a cuántas cosas en nuestra vida tenemos que renunciar para que no sirva absolutamente de nada? Ahora identificamos un problema mayor: la desigualdad. La ONU descubre que el 1% más rico de la población emite el doble de contaminación que el 50% más pobre. Ok, esto está mucho más difícil de resolver.

Cuando uno confía en que la solución está en cambiar pequeños hábitos en su estilo de vida, combatir el cambio climático es hasta motivante. Pero cuando descubres que la verdadera solución está en un cambio de sistema y de las dinámicas de poder, te sientes tan empequeñecido y desesperanzado que duele. Entonces entramos en este estado de resignación en el que evitamos ver noticias y solo decimos “igual nos vamos a extinguir”.

¿De verdad podemos cambiar en la velocidad que los científicos señalan que necesitamos, o solo nos queda esperar a que la humanidad se extinga y ya? Si tuviera las respuestas, probablemente no estaría escribiendo este artículo. No obstante, si algo sé, es que no estamos solos en esto. Las investigaciones lo dicen: somos miles, millones interesados en detener el cambio climático, y tenemos más poder del que creemos. Y creo que este poder parte de los líderes que elegimos para representarnos. Tal vez no podamos volar oleoductos, pero podemos dejar de votar y darles plataforma a políticos que creen que el cambio climático que experimentamos es natural y que las leyes de protección ambiental restringen nuestra libertad. No podemos hacer quebrar a las multinacionales más contaminantes del mundo, pero podemos levantar la voz en contra de quienes les entregan nuestros recursos y construyen carreteras sobre los pulmones verdes de nuestro país. Somos capaces de cambiar radicalmente para la supervivencia de nuestra especie. Y, sobre todo, nosotros somos más y somos quienes movemos los engranajes del mundo: hagamos que giren para el otro lado.

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