
Alandia Pantoja y la política en el pincel
Alejandra Almaraz
20 de octubre de 2024
En esta última versión de la Feria Internacional del Libro de Cochabamba tuve la oportunidad de ser mediadora en el stand del Museo Nacional de Arte un par de veces. Habían instalado un pequeño museo en medio de uno de los pabellones, con alrededor de cuarenta obras de los periodos más representativos del arte en Bolivia. Al fondo, una sección especial dedicada a Miguel Alandia Pantoja. Como mediadora, me interesaba guiar la atención de las contadas personas a las que les hice tour hacia las obras de este pintor, pero me di cuenta rápidamente de que no hacían falta grandes esfuerzos. Desde que entrabas al stand, la mirada se dirigía hacia la pared del fondo, donde se encontraba estratégicamente la obra más grande del lugar, la reproducción del mural “La Revolución” (1960). Las dimensiones, los colores y la cantidad de personajes y detalles captaban la mirada de hasta el más desinteresado. Y si bien eran el color y la forma lo que atrapaba al espectador en un inicio, como lo atrapa a uno el color y la forma en la primera infancia, eran las acciones que ocurrían en cada rincón y los símbolos, rebeldes y apocalípticos, lo que hacía que este se quedara viendo. A fin de cuentas, es verdad que lo que nos interesa son las historias.
Miguel Alandia Pantoja nació en 1914 en el centro minero de Catavi, Potosí, localidad donde ocurrió la Masacre minera de 1943. Alandia creció con la injusticia frente a sus ojos y envuelto por el calor de las luchas sociales. Fue el hermano mayor que tuvo que ejercer de padre y vivió en carne propia la explotación del minero y obrero boliviano. Asimismo, participó en la Guerra del Chaco y fue hecho prisionero por Paraguay durante más de un año. Y, con todo este bagaje, en cierto punto de su vida descubrió aptitudes artísticas que le servirían, no sólo como medio de supervivencia para él y su familia, sino también como medio para ejercer, más que actividad política, para ejercer revolución.

En el ensayo histórico crítico “La pintura contemporánea de Bolivia”, escrito por Carlos Salazar Mostajo y publicado por la Biblioteca del Bicentenario, se cataloga a Alandia Pantoja como “el pintor de la revolución”, y no es en vano. Fue militante del Partido Obrero Revolucionario, dirigente de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y combatió en la Revolución del 52 con fusil en mano, aunque resulta más trascendente el activismo que hizo agarrando el pincel. La denuncia y crítica social siempre fue tema central de sus pinturas y tenía como principio filosófico el no separar la actividad intelectual de la actividad artística. De este modo, Alandia fue radical defensor de que el arte no puede permanecer al margen de la esfera social y política.
Influenciado por el indigenismo, con referentes como Cecilio Guzmán de Rojas y Manuel Fuentes Lira, y posteriormente por el arte muralista de la Revolución Mexicana, Alandia Pantoja desarrolló un estilo muy figurativo, caracterizado por formas concretas y un dramático uso del color y la luz. En cuadros y en murales, el indígena, el minero y el obrero boliviano fueron protagonistas de muchas de sus obras, así como la violencia, el miedo, la opresión y la ansiada liberación. En “La educación” (1960), otro de sus murales más emblemáticos junto con “La revolución”, el conocimiento y la alfabetización (encarnados por la mujer que alza el libro y la letra), se superponen encima del levantamiento en armas, mostrando la función liberadora de la educación. El simbolismo y la metáfora visual en la obra de Alandia es transparente y directo, buscando apelar al pueblo, a las masas.
El arte que dialoga con la política transformadora busca apoyarse, más que en una teoría sociológica de academia o en un concepto estético vanguardista, en el ciudadano de a pie. En crear un arte accesible para él, un arte que lo interpele y lo despierte. El mismo acto de pintar en murales tiene aquel sentido de separar al arte de un espacio exclusivo y llevarlo hasta el proletario que necesita arte y educación para liberarse a sí mismo. Miguel Alandia Pantoja creó un lenguaje visual capaz de crear un nexo, más allá de las ideologías políticas, entre la revolución proletaria de mediados del siglo XX y unos estudiantes de colegio quienes, visitando el stand del MNA “a la pasada”, no pudieron evitar sentirse cautivados por unas reproducciones de su obra.