
Auto(di)gestivo: Bajo Cero y el circuito musical valluno
Fabricio Lobatón
13 de julio de 2024
El reciente festival Bajo Cero en Cochabamba, que reunió a 9 bandas nacionales, artistas drag y una feria de emprendimientos, plantea interrogantes sobre la naturaleza de lo que comúnmente se denomina "escena alternativa" en la ciudad.
Uno de los aspectos más destacables del evento fue la sólida participación de las bandas, todas ellas presentando composiciones propias. Esta proliferación de música original es un fenómeno relativamente reciente en Cochabamba. Esta proliferación de música original es un fenómeno que se observa no solo a nivel local, sino en toda la región. Según el informe 'Economía Naranja en América Latina y el Caribe' del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de 2022, la producción de contenido original en el sector musical ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. En el caso específico de Bolivia, aunque no existen datos precisos sobre la producción musical independiente, el Ministerio de Culturas y Turismo ha reportado un aumento en el registro de nuevas obras musicales en los últimos cinco años.
Bandas como EarRape, con su fusión de grunge y nu metal, Kellen y su experimentación con ritmos tropicales, y Camilo Caetano con su propuesta de dream pop, ejemplifican esta tendencia hacia la creación original. Este fenómeno sugiere una maduración de la escena musical local, alejándose de la cultura de "bandas tributo" que predominó en décadas anteriores. La convergencia de géneros musicales dispares, junto con performances drag y emprendimientos creativos, cuestiona la validez del término "alternativo" para describir este fenómeno cultural. En realidad, podríamos estar presenciando un circuito peculiar que engloba todo aquello que no encuentra cabida en los espacios mainstream, como las discotecas de la avenida Pando, más que una escena verdaderamente alternativa en el sentido contracultural del término.
Esta convergencia de géneros musicales dispares, junto con performances drag y emprendimientos creativos, plantea interrogantes sobre la naturaleza de lo "alternativo" en este contexto. El sociólogo británico Dick Hebdige, en su obra seminal "Subculture: The Meaning of Style", define lo alternativo como una forma de resistencia a través del ritual y el estilo. Bajo esta perspectiva, ¿podemos realmente catalogar la escena cochabambina como "alternativa"?
Por otro lado, Sarah Thornton, en "Club Cultures: Music, Media and Subcultural Capital" (1995), argumenta que lo "alternativo" es más una construcción de "capital subcultural" que una verdadera oposición a la cultura dominante. Esta visión nos invita a cuestionar si lo que estamos presenciando en Cochabamba es realmente una alternativa cultural o simplemente una nueva forma de distinción social.

Para los propósitos de esta nota crítica, adoptaremos la perspectiva de Will Straw, quien, en su artículo "Systems of Articulation, Logics of Change: Scenes and Communities in Popular Music" (1991), propone el concepto de "escena" como un espacio cultural donde coexisten prácticas musicales diversas. Esta definición nos permite entender el fenómeno cochabambino como un circuito peculiar que engloba diversas expresiones culturales que no encuentran cabida en los espacios mainstream, más que como una escena "alternativa" en el sentido contracultural clásico.
Este tipo de eventos autogestionados, como Bajo Cero, representan sin duda un avance en la organización cultural de la ciudad. Sin embargo, a pesar de su aparente éxito, la consolidación de un verdadero circuito musical alternativo en Cochabamba enfrenta desafíos significativos. Principalmente, la carencia de infraestructura subraya la necesidad de iniciativas privadas que apoyen el desarrollo de espacios adecuados para la presentación y producción de eventos culturales de música independiente. Como señala el economista cultural David Throsby en su libro "Economics and Culture”, la inversión en infraestructura cultural no solo beneficia a los artistas, sino que también puede generar externalidades positivas para la economía local en su conjunto, por lo que es necesario adoptar una postura más crítica respecto a las propuestas y la realización de estos eventos. En los últimos años, se ha observado una tendencia creciente en Bolivia, al igual que en otras partes del mundo, hacia la "venta de experiencias" más que de productos culturales concretos.
Esta tendencia se enmarca en lo que algunos teóricos han denominado la "economía de la experiencia". En Bolivia, esto se ha manifestado en la proliferación de eventos que buscan ofrecer una experiencia inmersiva y multisensorial, más allá del mero disfrute de la música o el arte. Festivales gastronómicos, ferias artesanales temáticas, y ahora, eventos musicales que incorporan performances drag y mercados de diseño independiente, son ejemplos de esta tendencia.
Sin embargo, la evolución lógica de este fenómeno debería apuntar hacia propuestas más curadas y coherentes. Como señala Javier Rodríguez Camacho en su análisis de las industrias culturales latinoamericanas, "la autenticidad y la coherencia conceptual son fundamentales para la sostenibilidad a largo plazo de las propuestas culturales alternativas". En este sentido, si bien Bajo Cero y eventos similares representan un paso adelante en la autogestión cultural, aún queda camino por recorrer en cuanto a la articulación de propuestas verosímiles que integren de manera orgánica las diversas expresiones artísticas presentes.
El nombre "Bajo Cero" y los títulos similares de otros eventos contribuyen a crear una identidad distintiva. No obstante, la creación de una marca cultural va más allá del nombre; implica la construcción de un universo simbólico coherente que resuene con su público objetivo. En este aspecto, los organizadores de estos eventos en Cochabamba aún tienen trabajo por hacer.
La integración de artes escénicas como las performances drag, la música independiente y las artes visuales es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, para que estos eventos trascienden la mera yuxtaposición de elementos dispares y se conviertan en propuestas culturales sólidas, es necesario un trabajo más profundo de curaduría y conceptualización, para lograr una síntesis orgánica entre diferentes formas de expresión, creando nuevos lenguajes y experiencias que desafíen las categorías establecidas. Bajo esta luz, eventos como Bajo Cero podrían verse como el germen de algo potencialmente transformador, pero que aún necesita madurar y definirse.
Fotografía: Toni Villazón