
El doble estándar del bilingüismo en Bolivia: el menosprecio hacia el bilingüismo indígena
Valentina Quispe
18 de mayo de 2025
Hay veces en las que mi madre me dice que le hubiera gustado haber tenido las mismas oportunidades y los mismos medios que yo tuve para lograr aprender un segundo idioma. A veces mi madre me dice que le gustaría ser bilingüe como yo. Pero, mi madre ya es bilingüe. Mi mamá es bilingüe, al igual que mis abuelos y bisabuelos. La única diferencia es que ellos crecieron hablando español y quechua, mientras yo crecí hablando español e inglés. Es evidente que en Bolivia, y en Latinoamérica en general, no todos los bilingüismos tienen el mismo valor para la sociedad.
Recientemente volvió a mi mente este tema a raíz de la controversia que generó el hecho de que se comenzó a enseñar náhuatl en ciertas escuelas de la Ciudad de México. Las reacciones fueron poco favorables, y son el mismo tipo de comentarios que hacen quienes en Bolivia cuestionan las enseñanzas de lenguas originarias en los colegios. Primero está la visión utilitarista alrededor del aprendizaje de idiomas, con quienes afirman que aprender una lengua originaria no sirve de nada y es una pérdida de tiempo, a pesar de que un porcentaje significativo de bolivianos las hablan. Esto sin tomar en cuenta el hecho de que, especialmente en el caso del quechua y el aymara, hay millones de hablantes de estos idiomas en varios países.
Además, tampoco se considera el hecho de que vendría siendo nuestro deber el hablar estos idiomas, pues es su territorio. Quizás para los latinoamericanos es un poco raro ver este tema desde esta perspectiva, pero el español, al igual que el inglés, es una lengua colonizadora, no es la lengua nativa de este lugar y nosotros nos encontramos en su territorio. Mínimamente deberíamos comprometernos a aprender lo elemental. Y aún más estando en un país como Bolivia, en el cual estas lenguas originarias, lejos de estar extintas, están más que vivas e interactuamos con ellas cada día.

Esto nos lleva a la diferencia entre un bilingüismo y otro. A pesar de que aprender una segunda lengua, sin importar cuál sea, siempre es beneficioso, tanto cognitiva como culturalmente, hay lenguas que se valoran más que otras. Es decir, aunque aprender un segundo idioma mejora la memoria, la concentración y reduce el riesgo de padecer algunas enfermedades neurodegenerativas, y además expande nuestra visión del mundo; dependiendo de cuál sea la segunda lengua, se puede percibir este bilingüismo como positivo o negativo.
Y es algo evidente porque el bilingüismo que se percibe como positivo termina siendo el que combina nuestra lengua materna con idiomas como inglés, francés o alemán, por lo que se considera como prestigioso y además nos otorga privilegio si es que nuestro segundo idioma llega a ser una lengua hegemónica, impuesta por las potencias. Por otro lado, el bilingüismo percibido como negativo es este en el que la segunda lengua es una que se encuentra fuera de este ideal hegemónico dentro de esta sociedad en específico. Por ende, como el estándar es ser lo más blanco posible, es decir, alejarnos de nuestras raíces indígenas y convertirnos en este modelo ideal de boliviano mestizo que habla español y su segunda lengua debe ser inglés, el tener este bilingüismo negativo incluso puede llegar a causarle desventajas a la persona.
Por lo que, a pesar de ser bilingües en ambos casos, el hablar español y quechua es visto como inferior a hablar español y alemán, por ejemplo. Esto también se puede percibir en cómo se juzga a las personas por su modo de hablar. Pues si un hablante nativo de aymara termina hablando el español, su segunda lengua, con un dejo o un acento, esto termina causándole problemas e incluso puede a llegar sufrir agresiones racistas y discriminación. En cambio, cuando un angloparlante habla español con un acento marcado, no hay mucho problema, la sociedad lo acepta y aplaude sus esfuerzos en aprender castellano.
Es, de hecho, lamentable, que mientras el mundo admira a los bilingües y siempre se nos recuerda lo beneficioso que es saber más de una lengua, nuestra sociedad no aprecia las lenguas originarias, sino que intenta alejarse de ellas. Vivimos en un país en el que una cantidad enorme de la población es bilingüe, y en vez de valorarlo, les hacemos vivir en desventaja.