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La Geometría del Vacío: no existe, sino tiene puntos.
Crítica de la obra C H A N C H O de Ariel Muñoz

Fabricio Lobatón
20 de septiembre de 2024

En un emocionante regreso a los escenarios, la obra "C H A N C H O" de Chakana Teatro se restrena en La Paz, Bolivia, como parte de la programación de la Escuela de Espectadores de La Paz. Esta poderosa pieza teatral, escrita y dirigida por Ariel Muñoz, vuelve a capturar la atención del público boliviano con su exploración profunda de la identidad, la memoria y las promesas incumplidas. Protagonizada por Berenice De la Cruz, Susy Arduz y el mismo Ariel Muñoz, la obra se presentará en la CASA GRITO Sala/Teatro los días 21 y 22 de septiembre de 2024. Con el apoyo del Fondo Concursable Municipal de las Culturas y las Artes (FOCUART) y producida por Chakana Teatro y Par Mil, esta puesta en escena promete sumergir a los espectadores mayores de 14 años en un viaje emocional a través de la vida de Eduardo, un hombre atrapado entre su herencia quechua y las secuelas del colonialismo. A continuación, ofrecemos una mirada profunda a esta obra que ha cautivado a la crítica y al público por igual.

En el sórdido refugio de un cubículo de baño aeroportuario, un hombre de treinta y tantos años sostiene un martillo en una mano y un chancho de barro en la otra. Es Eduardo, o tal vez Ariel, o quizás ambos a la vez. "Un hombre con un chancho de barro”, “En el aeropuerto”, “Aquí estamos"; reza la didascalia.

Ariel Muñoz, dramaturgo boliviano y autor de "C H A N C H O", construye un escenario donde lo cotidiano se desmorona para revelar las grietas de la existencia. En este no-lugar aséptico y anónimo, Eduardo se enfrenta a la decisión de romper o no el cofre porcino que ha atesorado desde los seis años. "Hay que dar la cara", se dice a sí mismo. "Enfrentar las cosas. Asumirlas".

El lenguaje es una tormenta: suelta gotas que ahogan, gotas que se arrastran en un río subterráneo y se fragmentan en la memoria, retazos de conversaciones y ecos de un pasado que se niega a morir. "Si tu padre te hubiera conocido...", resuena la voz de la madre. "Hubiera luchado para que no se lo lleven". El padre ausente, un sacerdote que desapareció antes del nacimiento de Eduardo, es una presencia fantasmal que permea cada rincón de la obra.

Muñoz despliega con ironía lo personal y lo político, lo privado y lo público. El chancho de barro es esperanza, el chancho de barro es desilusión. "De dos pesos en dos pesos se hace el futuro", repite Eduardo como un mantra, eco de las palabras de su madre con una mezcla de reverencia y cinismo. Este estribillo, pronunciado con una sinceridad imperturbable, insinúa la futilidad de ahorrar para un futuro que quizás nunca llegue. La prosa de Muñoz baila en el filo entre la seriedad y lo absurdo, invitando al lector a cuestionar la misma naturaleza del progreso y las expectativas en un mundo donde hasta las instituciones más sagradas pueden traicionarnos. La narrativa se despliega con el ojo detallista de un investigador “natural” para la condición humana, creando una historia que es a la vez profundamente personal y universalmente resonante.

Fotografía: Toni Villazón

La obra juega con la tensión entre el deseo de ruptura y el miedo al cambio. Un viaje al corazón de la angustia del hoy. En este baño reluce toda la complejidad de la existencia más mundana (o no). Los recuerdos de Eduardo se superponen como capas geológicas: el hospital donde trabajaba su madre, los almuerzos con la tía Satuca, el olor a desinfectante y a comida recalentada.

La narrativa avanza y retrocede, se fragmenta y se descompone, como la mente febril de un hombre al borde de una decisión crucial. "Necesito silencio", repite Eduardo, pero el silencio es un lujo que no puede permitirse. Los sonidos del aeropuerto se cuelan por las rendijas, los recuerdos gritan en su cabeza, el pasado y el futuro colisionan. No existe el silencio.

Muñoz no ofrece consuelos baratos. "El tiempo lo cura todo", resuena como un mantra vacío en los pasillos del aeropuerto y en la mente de Eduardo. Pero en "C H A N C H O", el tiempo es una herida que no cicatriza, un rompecabezas de recuerdos que se agitan desde los 6 años de Eduardo hasta sus 35. La obra rompe la falacia contemporánea del progreso inevitable, presentando instead una sucesión de fotografías mentales donde el pasado y el presente colisionan. El dramaturgo teje un tapiz de memoria y emoción, donde cada moneda depositada en el chancho es un intento fallido de comprar un futuro que se desvanece con cada "Padre Nuestro" susurrado en el silencio de una sotana ausente. En este universo, el tiempo no cura; simplemente acumula, como las monedas en el vientre de cerámica, esperando el momento de la ruptura.

Cuando Eduardo finalmente rompe el chancho: "Crash", dice simplemente. Luego, como si la realidad se fragmentara junto con el cofre: "El chancho cruje. Cientos de pedazos. Monedas caen". En estas frases cortas y brutales, Muñoz condensa años de espera, de dudas, de una vida puesta en pausa. El sonido del chancho rompiéndose es el sonido de un hombre liberándose de su pasado, de sus miedos, de sí mismo.

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