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Pasado en claro, presente… y futuro también
Reseña de “Suave Bruta” de Ëda Diaz

Fabricio y Fabiana Lobaton
29 de marzo 2025

La transformación es constante y los espacios liminales reinventan. Qué espacio liminal más recurrente o significativo desde mediados del siglo XIX que la migración masiva, fenómeno que creó una diáspora global de más de 200 millones de personas hacia 1900. Esta experiencia de desarraigo genera una paradoja existencial: la presencia ausente del migrante que habita físicamente un lugar mientras su identidad permanece anclada en otro. En la historia musical, esta dualidad se ha manifestado como motor creativo constante. Ejemplos pioneros como Bob Dylan, quien en los años 60 redescubrió y reinterpretó el folk americano dotándolo de nueva relevancia política, o Manu Chao, que en los 90 fusionó ritmos latinos, árabes y europeos creando un lenguaje musical transfronterizo, demuestran esta rica convergencia. En un panorama musical donde las etiquetas y los géneros se disuelven cada vez más, surge "Suave Bruta", el álbum debut de Ëda Diaz, como un fascinante testimonio de fusión cultural que desafía cualquier categorización sencilla. Nacida como Eléonore Diaz-Arbelaez, de padre urbanista colombiano y madre modista francesa, Diaz ha forjado una identidad musical que refleja perfectamente su herencia dual, creando un puente sonoro entre París y Medellín.

Las familias multiculturales crean su propia forma de diáspora íntima, donde las fronteras identitarias se difuminan dentro del mismo hogar. En estos espacios domésticos, la pregunta "¿dónde termino yo y comienza el otro?" se manifiesta en cada intercambio lingüístico, cada tradición adaptada y cada celebración híbrida. Para Diaz, crecer entre dos idiomas y dos visiones del mundo significó habitar permanentemente ese umbral donde las culturas se entrelazan sin fusionarse por completo. Esta experiencia resuena profundamente con toda una generación de jóvenes latinoamericanos que, ya sea por migración familiar o por la globalización digital, habitan esos mismos espacios intermedios, negociando constantemente entre lo heredado y lo adoptado, entre la nostalgia de raíces a veces no vividas y la urgencia de crear identidades que trasciendan las limitaciones de la geografía y la historia.

El camino musical de Diaz ha sido todo menos convencional. Formada inicialmente en piano clásico en el Conservatorio de Boulogne-Billancourt, encontró su verdadera voz artística al abandonar el camino del virtuosismo clásico para abrazar el contrabajo a los 24 años. Este instrumento se convirtió en el vehículo perfecto para canalizar las influencias de los tumbados afrocubanos, los bambucos, boleros y tangos que había absorbido durante sus veranos en Colombia.

“Suave Bruta” (título que homenajea una canción clásica del legendario Joe Arroyo, cuya música sonaba constantemente en su hogar familiar) es mucho más que un ejercicio de eclecticismo. Las once pistas del álbum representan una verdadera declaración de principios estéticos donde los ritmos tradicionales colombianos —bullerengue, currulao, cumbia, vallenato— son reimaginados a través de una sensibilidad electrónica contemporánea, creando lo que algunos han denominado “haute-couture pop”.

El álbum producido por Anthony Winzenrieth, transita por un espectro emocional y sonoro extraordinariamente amplio. Desde la apertura con “Nenita”, una explosiva reinterpretación electrónica del bullerengue tradicional, hasta la introspectiva “Lo Dudo”, donde el piano ondulante complementa la voz sensual de Díaz, el disco establece inmediatamente su ambición de trascender fronteras musicales. Las capas de significado continúan con “Por Si Las Moscas”, donde efectos sonoros se integran conceptualmente con el título, y “Tiemblas”, que incorpora un sample de acordeón vallenato mientras narra un relato surrealista de resonancias garciamarquianas.

Fotografía: Toni Villazón

La segunda mitad del álbum mantiene la diversidad sin perder coherencia. “Sabana y Banano” transforma la cotidianidad de un día lluvioso mediante un sample de clarinete del legendario Lucho Bermúdez, mientras "Brisa" crea un momento de contemplación con el contrabajo de Díaz como protagonista. El humor y la ligereza emergen en “Al Pelo”, una celebración del poder transformador de un nuevo peinado con ritmos de salsa y voces procesadas reminiscentes de transmisiones radiofónicas vintage. El cierre con “Déjà-Vu” materializa la dualidad cultural de Díaz en un collage musical donde piano atonal, contrabajo y vocales lánguidas en español contrastan con un título francés, simbolizando la fusión identitaria que define todo el proyecto.

Las letras de Diaz navegan entre lo onírico y lo cotidiano, entre reflexiones existenciales y observaciones mundanas. En “Olvidemos Mañana” canta: “Frena el reloj de arena / Olvidemos mañana / Cerremos la puerta por si las moscas... / Dame otro trago de alcohol”, creando una sensación de suspensión temporal que refleja perfectamente la atmósfera sonora de la pieza.

La producción de Winzenrieth es minuciosa, incorporando muestras de sonidos naturales (murciélagos, pájaros, moscas, búhos), grabaciones de campo (como el sonido de una peluquería) y samples de clásicos colombianos. El contrabajo de Díaz, a menudo procesado electrónicamente con distorsiones y efectos de tono y velocidad, proporciona el esqueleto sobre el que se construyen las canciones.

“Suave Bruta” sitúa a Ëda Diaz en la vanguardia de una escena underground colombiana en constante evolución, uniéndose a artistas como Lido Pimienta y Elbis Alvarez en la exploración de nuevos territorios sonoros que trascienden las etiquetas de “latin pop” (nadie sabe que engloba este género) o “música folclórica”. La influencia de sus autores favoritos (Octavio Paz, Pablo Neruda, García Márquez) se percibe en la estructura narrativa de las canciones y en su capacidad para transformar lo ordinario en mágico.

Como afirma la propia Diaz en “Olvidemos Mañana”: “Soltemos el freno… / Oscilemos, vacilemos entre ya y ya”. Esa filosofía impregna todo el álbum: mirando hacia adelante, consciente, respetuosa con el pasado pero nunca yendo en reversa.

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