top of page

Sobre las tradwives y el feminismo de elección

Alejandra Almaraz
25 de julio de 2024

Si han estado presentes en las redes sociales en los últimos días, seguramente saben quién es “Roro”, esta tiktoker española que se hizo viral por su contenido haciendo recetas y manualidades, con la particularidad de que todas van dirigidas para satisfacer algún antojo o deseo de su novio. Si bien el contenido de esta creadora no es más que eso: mero contenido, y el mencionar al novio posiblemente no es más que un gancho para ganar vistas, se ha desatado toda una conversación respecto a la nueva ola de tradwives y lo que podemos o no considerar feminista en pleno 2024.

Yo veía desde hace meses este tipo de debates en los que una mujer muestra en redes sociales cierto comportamiento (ya sea el ser mantenida por un hombre, abrirse un onlyfans o hacerse procedimientos estéticos) y se cuestiona sus efectos en la lucha feminista. Sin embargo, lo que me extrañaba de estos debates era cómo los mismos círculos feministas se limitaban a la clásica frase “el feminismo se trata de poder elegir”. Listo, debate terminado. Me pareció que faltaba mucho, que se podía hacer un análisis más profundo de lo que hay por detrás de estas decisiones y si estas podrían traer consecuencias negativas para las mujeres a futuro. Y de pronto, me topé con el concepto que me estaba haciendo falta para explicar esta situación, el de feminismo de elección.

En el ensayo “Choice feminism and the fear of politics”, Michaele Ferguson habla del feminismo de elección como un fenómeno que surge a partir del reproche a las feministas de que son demasiado críticas, excluyentes y radicales. Entonces, en búsqueda de hacer más amable el movimiento, se abren a aceptar toda conducta abogando por la toma de decisiones de las mujeres. El feminismo de elección le tiene miedo a la política porque le tiene miedo a recibir críticas y a comprometerse demasiado con la vida de otras personas; por lo tanto, no cuestiona que, de repente, miles de mujeres quieran volverse esposas tradicionales de los años 50 y servir a sus maridos como única responsabilidad, pues lo importante es que estas mujeres decidan por sí mismas. Nuestra sociedad actual le tiene mucho miedo a la política, por lo que no es de extrañarse que estos discursos se hayan propagado tan fácilmente.

Fotografía: Toni Villazón

El problema del feminismo de elección es que limita el debate sano en nombre del vivir y dejar vivir. Ignora que detrás de las decisiones de un grupo de individuos hay una serie de condicionantes, así como consecuencias. El querer ser una esposa tradicional puede parecer un sueño inofensivo y las feministas que lo critican unas pesadas que no dejan vivir en libertad a los demás. Sin embargo, autoras como Betty Friedan llevan problematizando desde hace décadas el sueño americano de la ama de casa y mantenida, estableciendo una correlación con la depresión y el aislamiento, producto de no tener metas y sueños de autorrealización personal. Sin embargo, hoy, en 2024, en la era de la información, ignoramos todo el avance reflexivo que ya se hizo porque hemos normalizado el no leer ni cuestionar nuestras decisiones en nombre del “empoderamiento” o el libre albedrío.

Estamos en una era de regresión en la que las mujeres se identifican con memes que hablan de que su único sueño es tener ropa bonita, vestir rosado y ser mantenidas, pero con una retórica que, de algún modo, lo convierte en empoderante, y todos los argumentos que escucho que rechazan cualquier forma de crítica a este fenómeno giran en torno a la decisión. “Antes las mujeres no tenían de otra, ahora es por elección”. Creo que deberíamos preguntarnos qué es lo que está detrás de esta elección. Quizás tantas mujeres quieren ser amas de casa debido al inminente colapso del sistema económico del mundo, que cada vez garantiza menos seguridad laboral a las nuevas generaciones y genera miedo e incertidumbre; y, por lo tanto, el sueño no es realmente servir, sino tener estabilidad económica a largo plazo. O quizás es la desvalorización del trabajo en sí mismo, pues la crisis ha evidenciado las malas condiciones del trabajador y la poca satisfacción personal que el trabajo da a su vida, por lo que se buscan otras alternativas para sobrevivir al sistema y ser felices. O, quizás, es el resultado exitoso de una planificada propaganda de partidos políticos de derecha e instituciones religiosas para promover sus valores conservadores como atractivos a través de contenido “aesthetic” en redes sociales. No obstante, no lo sabemos y no podremos nunca desentrañar los problemas más estructurales y enraizados de nuestra sociedad si seguimos limitando cualquier debate a la libertad de elección.

No pretendo crear confusiones. Sí creo en el derecho de las mujeres de decidir por sí mismas, incluso si estas decisiones son lo más antifeminista que hay. Tenemos distintos sistemas de valores y todas en cierto momento decidimos cosas que contradicen nuestro sistema ideal, y pretender perfección en realidad nos aleja más de la meta. Sin embargo, está bueno y es necesario cuestionarnos por qué decidimos lo que decidimos y qué condiciona nuestras decisiones. Ferguson habla de la conciencia política, y ese es justo el elemento que falta en la ecuación: ser conscientes de nuestras decisiones individuales. Aunque las nuevas derechas nos quieran convencer de lo contrario, somos seres en colectividad, condicionados por nuestro entorno y contexto social e histórico, y detrás de lo que parece una decisión individual hay presiones y coerciones de todo tipo que debemos problematizar para, finalmente, poder hablar de verdadera libertad.

bottom of page