
The Florida Project: "Tan cerca de Disney, pero a la vez tan lejos"
Daniel Mercado
23 de marzo de 2025
No podemos hablar de The Florida Project sin mencionar los trabajos anteriores del recientemente galardonado director Sean Baker, quien ganó el premio Óscar a la Mejor Película, por su obra más reciente Anora (2023). Baker tiene un interés particular en contar historias que nos pongan en los zapatos de personas y grupos sociales marginados, ya sea por su profesión: Red Rocket (2021), un actor porno en decadencia que regresa a su ciudad natal; la reciente Anora (2023), una stripper que se ve envuelta en una relación con un hombre adinerado; identidad: Tangerine (2015), trabajadoras sexuales trans en LA; o situación económica: The Florida Project (2017). Esta última despertó un principal interés en mí, ya que la mayor parte del tiempo en pantalla la protagonizan niños, y hacer una película protagonizada por niños es difícil y mucho más si el principal foco temático es la supervivencia.
Lo que hace especial el enfoque de Baker es su habilidad para mostrar la vida de personas vulnerables sin caer en la lástima, el sensacionalismo o los juicios morales. Consigue algo notable: mezclar la alegría con la desesperación y la felicidad infantil con la pobreza adulta, sin parecer condescendiente o invasivo. Su estilo cinematográfico actualiza el neorrealismo italiano para el contexto americano actual, mezclando actores profesionales con no profesionales, usando una cámara que observa la realidad, pero también la embellece poéticamente, contrastando colores vivos con situaciones difíciles, y filmando frecuentemente desde la altura de los niños para que veamos el mundo como ellos lo ven, sin romantizar sus circunstancias.
Halley (Bria Vinaite) vive con su hija Moonee (Brooklynn Prince), de seis años, en un precario motel situado en las afueras de Walt Disney World – Orlando (Florida). Ambas sobreviven en gran parte gracias a la asistencia social, algunas veces revendiendo perfumes, pero, cuando la inconmensurable paciencia de Bobby (Willem Dafoe) es colmada por el retraso en la renta y la insolencia de Halley, es cuando esta debe recurrir a la prostitución, como medio de subsistencia.
Esta situación representa la normalidad para Moonee, una niña que solo busca jugar con los niños que viven en el motel y aledaños. Baker intercala las aventuras e inocencia de la infancia con la decadente vida nocturna de su madre y la mayoría de los adultos que habitan el motel.

La película se cocina lentamente, casi la totalidad de su primer acto está filmada como si de un documental se tratase, esto claramente no es un “problema de ritmo”, pese a que podría parecerlo en un principio, ya que, Baker utiliza un recurso que en esta modernidad significaría la perdición: La No-Acción. Este recurso no solamente cumple una función estética, sino que cumple una función narrativa muy bien aprovechada.
Los momentos en donde “No pasa nada”, como ser el de pedir monedas para comprar un helado, escupir las ventanas de los autos de los huéspedes o molestar al personal del motel, establecen un tono desenfadado, que juega con nuestras expectativas, presentándonos inocentes e irritantes niños que convirtieron al motel y alrededores en su propio Disneyland.
La genialidad del título "The Florida Project" (nombre original del plan de Disney para su parque) establece desde el inicio el contraste entre fantasía y cruda realidad. Este contraste se mantiene en toda la película: los moteles con nombres como "Magic Castle" y "Futureland" son solo versiones baratas y sin brillo de la promesa de Disney.
Mientras que Halley, una prostituta retirada, lucha día a día contra la constante peripecia que significa vivir a costa de la labor social, ser madre joven, su ineptitud como tal y lo nociva que es para la pequeña Moonee. Elementos que, gracias al tono contemplativo y “desenfadado” del film, construyen una remarcable e incómoda tensión que, producto de las decisiones de los personajes, conscientes como la madre, e inconscientes como la hija, elaboran un clímax intenso, dramático y como cereza del pastel, un trágico, mágico y soberbio final, sello del director. Que simplemente me hizo decir:
Nunca estuve tan cerca de Disneyland, pero a la vez tan lejos.