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Un mundo cada vez más fascista

Valentina Quispe
1 de marzo de 2025

Hace años se viene oyendo el mensaje sobre la historia repitiéndose a sí misma. Ya son años en los que muchas personas en distintos medios advierten sobre la repetición de la historia, en concreto sobre el resurgimiento del fascismo, o al menos la vuelta del fascismo al “mainstream”, es decir, el regreso del fascismo como corriente mayoritaria. Si bien el fascismo nunca se extinguió, existió una época en la que los comportamientos y el discurso fascista eran públicamente repudiados; lamentablemente, esa época llegó a su fin. Hemos entrado en un periodo nuevo de la historia en el que ya no es así, un periodo de la historia en el que este discurso peligroso es cada vez más normalizado, aceptado y aplaudido.

Echándole un vistazo a la situación actual del mundo, con el ascenso de la ultraderecha, viendo cuáles son los líderes más aclamados estos últimos años y con los resultados de las elecciones en EEUU y en distintos países europeos; es bastante claro hacia dónde se va dirigiendo la ola política. Si bien el neofascismo no se presenta exactamente igual que el fascismo del siglo XX, este se adapta a la realidad contemporánea, es más sutil. El fascismo actual no es físicamente violento de inmediato, no vemos a Donald Trump caminar de arriba a abajo con las fuerzas armadas estadounidenses, pero eso no asegura que las fuerzas de represión del Estado no ejercerán la violencia masiva en algún momento. Porque violencia como tal existe, la violencia hacia los inmigrantes, la violencia del racismo, el discurso violento hacia los opositores.

La verdad es que resulta bastante difícil procesar toda la información que se está recibiendo y todo lo que está sucediendo en el mundo. El hecho de que además de Elon Musk, otras dos figuras públicas simpatizantes con Donald Trump hayan realizado un saludo Nazi, es preocupante. Pero lo que es aún más preocupante es la falta de repercusiones en contra de esto. El hecho de que la persona con más dinero y con más poder en el mundo haya hecho este gesto, un símbolo del fascismo y elemento visual discursivo clave para el Nazismo; y que los medios hayan intentado blanquearlo, y una enorme cantidad de personas lo hayan defendido, nos debe poner alertas. Nos debe poner aún más alerta el hecho de que esto se está repitiendo, y el hecho de que se está quitando importancia a esto.

Un problema que siempre noto a la hora de socializar esta problemática es la poca accesibilidad que tiene el lenguaje con el que se trata, además de la confusión que puede llegar a generar. Si bien hay bastantes enfoques y definiciones alrededor del término, la persona promedio llega a perderse entre todas ellas y no alcanza a formar una noción sobre este concepto como tal. Quizás no se puede escribir en piedra lo que es o no es fascismo. Porque, como bien lo dijo Umberto Eco, el fascismo es una ideología confusa y contradictoria, es un menjunje de distintas ideas políticas; más aún lo es el neofascismo que a pesar de presentar las características del fascismo, es discreto y puede resultar difícil señalarlas claramente.

Para lograr tener una noción inicial más básica del fascismo, el enfoque de Umberto Eco llega a ser el más accesible. El fascismo surgió en Italia en las primeras décadas del siglo XX y se caracterizaba por ser una ideología autoritaria, totalitaria y ultranacionalista, dirigida por un líder carismático que se sostiene por un pasado mítico al que se intenta regresar. Según Umberto Eco, el fascismo presenta catorce características, no necesariamente deben estar presentes todas, y afirma que con tal de que esté una de estas características, ya se forma terreno fértil para el fascismo.

La primera característica es el culto a la tradición, a ese pasado mítico, idealizado, un pasado en el que “todo estaba bien” y que a la mayoría de nosotros no nos tocó vivir realmente. El ejemplo más claro es el eslogan “Make America great again” de Donald Trump. El eslogan, que se traduce como “hagamos a Estado Unidos grande otra vez”, afirma que hubo un pasado en el que el país era grande y fue estropeado por distintas ideas, grupos y comunidades.

La segunda característica es el rechazo al modernismo, a pesar de que tanto el fascismo del siglo XX como el neofascismo, estén orgullosos de sus innovaciones tecnológicas, el rechazo a la modernidad no llega a ser hacia el desarrollo industrial, sino hacia la forma de vida moderna, que en el caso del neofascismo específicamente, se traduciría como un rechazo a las identidades y formas de vida diversas que tenemos actualmente. En general creo que uno de los mejores ejemplos para ilustrar esta característica en la actualidad son las “trad-wives”. La trad-wife o “esposa tradicional” es una tendencia que trata de idealizar el rol de las “mujeres tradicionales” y rechazar el rol e involucramiento activo que ahora tienen las mujeres en la sociedad, el cuál va más allá de ser una ama de casa que solo se dedica a atender al marido y a los hijos.

La tercera característica es el irracionalismo, “el culto de la acción por la acción”, lo llamaría Eco, pues se refiere a cómo el fascismo rechaza la reflexión previa a la acción. Últimamente muchos han estado señalando un creciente antiintelectualismo, otro signo del neo fascismo. El fascismo siempre ha condenado a la educación y formación, ya que tanto ahora, como durante la época de Mussolini, se oyen frases como que “las universidades generan comunistas”. Uno de los ejemplos más claros, son las declaraciones que el ahora vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, ha realizado en contra de la educación superior. Está circulando un video suyo del 2021, donde cerrando su discurso cita a Nixon, “the professors are the enemy”, que se traduciría como “los docentes son el enemigo”. Aunque ya van años en los que la censura de libros en EEUU ha sido el ejemplo por excelencia del creciente antiintelectualismo, especialmente los libros escritos por autores afroamericanos con respecto al racismo, al igual que libros que toquen temas LGBTQ+.

La cuarta característica está en contra del pensamiento crítico. Pues el pensamiento crítico es una característica de la modernidad, y el espíritu crítico nos aleja más de la tradición. Este rechazo al pensamiento crítico va de la mano con el antiintelectualismo, pues el pensamiento crítico genera desacuerdo, y como diría Eco, “para el fascismo, el desacuerdo es traición”. Claramente esta característica explica por qué ahora cualquiera que llegue a cuestionarse algo, por más mínimo que sea, termina siendo tachado de “woke”.

La quinta característica es el rechazo hacia la diversidad, hacia la diferencia. El fascismo es innatamente racista, xenófobo y anti-LGBT. El fascismo alimenta el miedo a esta diferencia, hacia las minorías. El gobierno fascista se hace más fuerte al señalar a un enemigo común, al “otro” que es diferente a “nosotros". Hay un sinfín de ejemplos para esto, desde el odio a los inmigrantes en Estados Unidos, que terminó escalando a un odio hacia los latinoamericanos en general. O las declaraciones de Javier Milei contra las personas de la comunidad LGBTQ+, acusándolos de “ser pedófilos”.

La sexta característica es que el fascismo se alimenta de la frustración individual y social. El fascismo históricamente ha apelado a las clases medias frustradas para ganar apoyo y ha rezagado a los grupos más vulnerables. El fascismo surge (y resurge) en momentos de crisis, como en un momento lo hizo en una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial, llena de deudas y crisis económicas; ahora lo hace en medio de una crisis económica global, en una crisis de vivienda y tras una pandemia.

La séptima característica es el ultra nacionalismo, pues el fascismo construye su identidad colectiva a través del nacionalismo y la creación de enemigos. Eco también afirma que al fascismo lo caracteriza esta obsesión por el complot, haciendo que la gente se sienta amenazada por “los otros”. El complot debe surgir tanto de amenazas internas como externas. Por ende, para el caso de EEUU un ejemplo de amenaza interna son los inmigrantes “que le quieren quitar el trabajo a la gente común y son criminales” o las personas trans “que quieren adoctrinar a los niños”; y el ejemplo más básico de amenaza externa para EEUU es, claramente, China. El uso del complot y la xenofobia, son herramientas para mantener a los seguidores unidos y justificar la represión y la violencia.

La octava característica es que el fascismo requiere que su gente se sienta humillada por la fuerza del enemigo. Pero la naturaleza contradictoria del fascismo presenta a los enemigos como simultáneamente poderosos y débiles, ya que los presenta como una gran amenaza pero a su vez promete que se los puede derrotar. Uno de los ejemplos más claros es el de la narrativa sobre los refugiados en Europa, que contradictoriamente “quitan los trabajos a la gente común” pero a su vez “sólo viven de la ayuda del gobierno”.

La novena característica del fascismo es que está en contra del pacifismo, es una suerte de culto a la guerra, a la fuerza, a la violencia. Eco lo llama “una guerra permanente”. Y pues tiene mucho sentido en un país con el libre acceso a armas de fuego. Y también se ve a la “guerra permanente” reflejada claramente en las declaraciones de Javier Milei: “Los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad. Zurdos hijos de putas tiemblen”.

La décima característica es el elitismo, pero no es el elitismo en su forma tradicional, sino el “elitismo popular”. Éste va de la mano con el ultranacionalismo, pues en este elitismo los ciudadanos creen que pertenecen a un pueblo superior, al mejor pueblo del mundo, por lo que con ser ciudadano y apoyar al partido son parte de la élite. Esto no es verdad, claramente, porque la sociedad sigue siendo jerárquica. Aquí entra la figura del líder fuerte, se presenta como el salvador que las masas necesitan. El fascismo se caracteriza por tener a este líder fuerte, que hace que sus seguidores se sientan especiales por seguir el movimiento. Esto se puede apreciar con los líderes neofascistas, que tienen olas y olas de personas que los veneran y se sienten muy especiales por seguirlos, y creen que algún día llegarán a ser igual de geniales que sus líderes sin importar que los líderes sean personas que tengan mucho más privilegios que ellos.

Fotografía: Toni Villazón

La undécima característica es que el fascismo educa a la gente con la mentalidad de que todos deben ser héroes, pero el tipo de héroe que ve a la muerte como algo glorioso. Tienen una suerte de obsesión con la muerte, pero a menudo esta fijación con la muerte termina causando la muerte de otros. Este héroe fascista en el que en algún punto se llegan a convertir los fanáticos de estos movimientos son quienes no solo están dispuestos a morir, sino también a matar por la causa. En el neofascismo, lo más cercano a está característica son los crímenes de odio hacia minorías.

La duodécima característica son el machismo extremo, la opresión contra las mujeres y el colectivo LGBTQ+, ya que el fascista busca formas de demostrar su poder. Nuevamente lo hemos visto escalando por años, desde las mujeres perdiendo derechos sobre su autonomía corporal en EEUU hace un par de años, hasta Milei queriendo eliminar la figura del feminicidio el mes pasado.

La decimotercera característica es que el fascismo se basa en un populismo selectivo. En una democracia, los ciudadanos tienen derechos individuales y las decisiones se toman siguiendo la mayoría. Pero en el fascismo, los individuos no tienen derechos; en cambio, se habla del Pueblo como una entidad única y monolítica que tiene una "voluntad común". Como es imposible que todos piensen igual, el líder fascista se presenta como el único que puede interpretar esa supuesta voluntad del Pueblo.

Hoy, este populismo selectivo no necesita grandes plazas como en la época de Mussolini o Hitler; puede funcionar a través de la televisión o el Internet, donde las respuestas emocionales de un grupo seleccionado se presentan como si fueran la voz de todo el Pueblo. Esto implica el poder sobre los medios de comunicación, y viendo a los dueños de las principales redes sociales en la toma de poder de Trump, creo que está más que claro hacia dónde están parcializados los medios masivos. El fascismo manipula la idea del Pueblo para concentrar el poder en el líder, eliminando la democracia y la representación real.

La decimocuarta y última característica es que en el fascismo, el lenguaje se simplifica y empobrece intencionalmente para limitar la capacidad de las personas de pensar de manera compleja o crítica. Por ejemplo, los textos escolares nazis y fascistas usaban un vocabulario reducido y una sintaxis básica, lo que dificultaba el desarrollo de pensamiento independiente. Sin embargo, la Neolengua no se limita a regímenes dictatoriales del pasado; también puede aparecer en formas modernas, como programas de televisión o RRSS, donde el lenguaje simplificado y emocional reemplaza al análisis profundo. Especialmente con las redes sociales, y la popularización del formato de videos cortos, cada vez nos vemos utilizando lenguaje más y más simple, y estamos profundizando menos sobre cualquier tema. Quizás también es la misma razón por la que ahora nos cuesta tanto entender y definir términos como “fascismo”.

Creo que la mejor forma de cerrar este pequeño “fascismo 101” es citando las palabras de Eco en su libro “Contra el Fascismo”:

El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil. Sería mucho más fácil para nosotros que alguien se asomara a la escena del mundo y dijera: "Quiero volver a abrir Auschwitz, quiero que las camisas negras vuelvan a desfilar solemnemente por las plazas italianas". La vida no es tan simple. El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el dedo cada una de sus formas nuevas – cada día, en cada parte del mundo.

El fascismo no es propio solamente de Europa y de EEUU, lo vemos replicarse, transformarse y adaptarse a contextos diferentes. Es nuestro deber poder identificarlo para evitar caer ante esta trampa, para evitar ser seducidos por sus ideas. El primer paso es educarnos, porque tenemos que saber lo que sucede alrededor nuestro, debemos ser personas empáticas y también entender que cualquiera de nosotros puede llegar a ser víctima del fascismo. “Contra el fascismo” de Umberto Eco, es un libro corto y elemental, el lenguaje es bastante accesible sin caer en la simplicidad absoluta, y es una buena fuente para informarse, pero no la única. Tenemos información a nuestro alcance, hay creadores de contenido e incluso académicos en las redes sociales, que hacen esta información tanto digerible como accesible. Debemos ser curiosos y aprender de distintas fuentes.

De entre todas las características del fascismo, a mi parecer, una de las más peligrosas es la muerte del sentido común. Hay que saber desarrollar un sentido común, porque si no se cuestiona la autoridad, se hacen cosas impensables, cosas horrendas. Sin sentido común, la sociedad deja de discernir entre lo correcto y lo incorrecto, y peor aún, llega a perder cualquier remanente de empatía.

También es importante iniciar conversaciones, iniciar debates. Debemos hablar de esto porque no solo podemos quedarnos nosotros con esta información, el fascismo no se derrota individualmente sino que en unidad, en comunidad. Ya nos encontramos en una etapa en la que el fascismo está tomando control de instituciones y de gobiernos que tienen un impacto enorme sobre el mundo. Cuando llegue a tocarnos la puerta debemos estar preparados.

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